Ignacio Sandoval Cid (Actualidad)
Si detuviéramos un disco de cualquier artista actual, y pusiéramos oído a antiguas tonadas de los años 80 y 90, percibiríamos de inmediato que no tan solo la música habitual de nuestra década es más rítmica y explosiva, sino que hasta la misma voz de los cantantes nos sonaría un poco extraña. Sin desmerecer el talento innato de cada artista ,hoy percibimos voces de distintos índoles, las existen agudas que llegan a ser molestas y otras bastante graves pero muy de oreja, cada intérprete tiene un sello personal ya sea en su imagen, sus videoclips o simplemente por su alocado estilo de vida.
Últimamente un patrón musical acecha nuestros medios de comunicación, no discrimina género musical, clase social, discografías ni trayectoria en la industria. Al parecer a los humanos del 2011 nos gustan los sonidos robóticos, éstas voces retocadas que parecen haber salido desde alguna fábrica de línea blanca, instrumentos que ya no necesitan del viento ni de cuerdas para hacer su trabajo y manifestaciones de voces que parecen desde niñas alteradas a lamentaciones de ultratumba, son parte de una conducta en el ciclo de vida de las nuevas canciones robots, increíblemente pegajosas pero de una rápida obsolescencia en la memoria colectiva. Ninguna canción que pretenda ser un éxito popular, puede ser concebida sin al menos una intervención de sintetizadores, puesto que las onomatopeyas, las rimas, los juegos de palabras o simplemente la repetición de sílabas siempre han servido como material para crear canciones pero la exigencia de esta tendencia social por la vanguardia en tecnología obliga a los interpretes a modificar sus voces y agregar sonidos pegajosos en sus tonadas, es un hecho que las personas de unas décadas atrás jamás hubiesen esperado para este tipo de arte.
La música existirá siempre por que la vida sin ella sería bastante aburrida, pero depende de nosotros mantener un cierto status en nuestros gustos personales, y no dejarnos influenciar por todos los sonidos futuristas ,mezclas confusas o mensajes poco claros, que nos imponen los sellos discográficos.
Últimamente un patrón musical acecha nuestros medios de comunicación, no discrimina género musical, clase social, discografías ni trayectoria en la industria. Al parecer a los humanos del 2011 nos gustan los sonidos robóticos, éstas voces retocadas que parecen haber salido desde alguna fábrica de línea blanca, instrumentos que ya no necesitan del viento ni de cuerdas para hacer su trabajo y manifestaciones de voces que parecen desde niñas alteradas a lamentaciones de ultratumba, son parte de una conducta en el ciclo de vida de las nuevas canciones robots, increíblemente pegajosas pero de una rápida obsolescencia en la memoria colectiva. Ninguna canción que pretenda ser un éxito popular, puede ser concebida sin al menos una intervención de sintetizadores, puesto que las onomatopeyas, las rimas, los juegos de palabras o simplemente la repetición de sílabas siempre han servido como material para crear canciones pero la exigencia de esta tendencia social por la vanguardia en tecnología obliga a los interpretes a modificar sus voces y agregar sonidos pegajosos en sus tonadas, es un hecho que las personas de unas décadas atrás jamás hubiesen esperado para este tipo de arte.
La música existirá siempre por que la vida sin ella sería bastante aburrida, pero depende de nosotros mantener un cierto status en nuestros gustos personales, y no dejarnos influenciar por todos los sonidos futuristas ,mezclas confusas o mensajes poco claros, que nos imponen los sellos discográficos.
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