23 mar 2011

Cabeza indolente

Sid de las Copas (Literatura)

La verdad es que no me importa eso del fín del mundo. O de qué material está compuesto el alma. O de buscar la originalidad por sobre la originalidad, donde un desfile de creativos aportan toda clase de elementos para señalar una estrella, reducirla a satélite y luego todo cabe en la mano. Esto me hace recordar a Mariana, su sonrisa acrílica acomodando mi felina pose para que sea captada por el celular, luego publicada en feisbuk, opiniones de toda clase daban cuenta de mi figura alargada, de mi color rojo-rubí, pero que algunos optan por escribir colorín y bajo este punto, una visita de parque capturando el detalle de rutina.

No, lo que yo busco es algo parecido a un renacer. 

Desde que la oreja se independizó de mi cabeza, todas las articulaciones quisieron revelarse. Me sentía como Gadaffi resistiendo a la caída de mi dictatorial audacia. Sin embargo ahí estaba Mariana, otorgándo una frontera conciliadora a los exiliados órganos, a la extinción involuntaria de mi nombre. Aunque nos amábamos como dos especies que jamás se cruzarían por la vida, era cuestión de de dejarse arrastrar por el anzuelo, era entender su idioma para que entendiera el mío y así, nos reconocimos como el color rojo en las manos de un ciego, con la distancia dirigiendo como a un coro, el ritmo del llanto.

Al menos, algo de belleza en la ilusión.

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