19 mar 2011

De poeta a poeta


Montserrat Ocampo Miranda 
(Literatura)
La realidad es la primicia de Octavio Paz, respecto a la obra fílmica de Luis Buñuel. Ésta no es una realidad equitativa; no es la misma para todos. Por lo tanto, no es una realidad pura, porque esta realidad no es nada más que otra visión del surrealismo.

Fue claro el tratado que Paz le dio al movimiento de André Bretón. Contrario a sus contemporáneos, no vio a la corriente, que pululaba incesantemente, como una aventura onírica; tampoco incursionó en la escritura automática, para él existía otro valor, una especie de poder revolucionario de la poesía como creadora de realidades y no de invenciones meramente verbales. Por lo tanto, el evidente asombro del poeta se ve alimentado por las diversas vertientes de su interpretación como espectador.

Paz hace un ensayo sobre su propia realidad, dicho sea de paso, puso nombre, color y forma al entorno que Luis Buñuel estaba proyectando. Llamándole: poesía. ¿Y qué no es esta la verdadera función del poeta?

Citas como el sueño, el deseo, el honor, el delirio y el azar, juegan en el vórtice que el mexicano crea para el español. Retrata a unos Olvidados que bien podrían encontrarse en todas partes, en todos los sitios del mundo; regidos por el azar y los caprichos del destino. Buñuel sugiere verlos mexicanos. Paz quiere quitarles identidad, porque no la necesitan. Es, probablemente, otro tipo de invención realista.

Toda la influencia europea, concretamente española, que Paz tuvo en su obra misma y a lo largo de su producción literaria, la refleja en la posibilidad de creer que existe un verdadero rasgo español en el trabajo artístico de Buñuel. Lo compara con otros realistas misteriosos como Goya, Velázquez, Murillo, Quevedo, Galdós, Valle-Inclán y Picasso. Incluso, Paz defiende el cuestionamiento de que sin uno no existe el otro, y que probablemente se contará lo mismo dos veces, pero en voces diferentes. La voz de Buñuel es áspera, pero atractiva, tiene el mismo tono que sus personajes. Es el Pedro que sabe a dónde conducirse, pero no lo logra; o del mismo “Jaibo”, que sortea entre tanto y tanto, consiguiendo lo que ni él mismo imaginaba.

Sin embargo, quizá mi pregunta más insistente es, ¿qué vio Octavio Paz en Los Olvidados?, ¿qué cosa fue la que lo llevó estrecharse con Buñuel? ¿Se sintió “Jaibo” u “Ojitos”? ¿Qué cosa tuvieron esos minutos de largometraje para hacerlo escribir?

En muchas cartas que Paz dirigió a Buñuel (cuando Los Olvidados estaba siendo premiado en Cannes), expresa con total y plena honestidad que se siente orgulloso de defender una película como la suya. ¿Por qué Los Olvidados? Creo que más allá de llevar el estandarte de México (Los Olvidados mexicanos), a Paz le cautivó la invención del sueño, el cual le dio las herramientas para hablar de los héroes y arquetipos mexicanos: la obsesión con la madre y la analogía con la Coatlicue.

Coincido con Paz en lo que refiere a “la búsqueda sin fin de la comunión”. Sin duda, estos olvidados no habrían demostrado los tintes anti heroicos de no haber sido mexicanos. Se mantienen siempre al borde, expectantes a su descenso, unidos a sus peores emociones, conociéndose de cabo a rabo y siempre en disposición de ser aceptados, o relegados al abandono infinito.

Ningún otro escritor hubiese podido hablar de esta nueva realidad. En el momento correcto debió ser Octavio Paz quien lo hiciera, no sólo por su actividad literaria, si no por la misma conexión con El laberinto de la soledad, donde las luces y sombras de los mexicanos mantienen el motor del discurso. Igual que Buñuel.

Hablar de arte mexicano no es lo mismo que hablar de arte que se hace en México. La diferencia radica en las perspectivas, es decir, en los puntos de vista. Es evidente que Buñuel y Paz no acudieron a los mismos retratos del país, ni se alimentaron de las mismas vivencias y situaciones de la sociedad de la época. Pero, el arte solidifica lazos exangües para fortificarlos en una única vertiente de testimonio.

Para Paz es muy importante reconocer que Los Olvidados no se trata de una película de panfleto ni propaganda, mucho menos documental. Para él significa el talento creador y la veracidad de contar historias que formaban parte del día a día. Quizá de aceptación, quizá de negación o discernimiento. Lo irrevocable es que esta realidad no existe para apropiarse de ella, más bien es una realidad que está para ser acogida en cualquier contexto. Que, a pesar de los años, sigue con la misma fuerza.

Es posible que esta realidad no sea nada más que un sueño, tan vívido que al despertar seguiríamos con la misma sensación, el sinsabor, el estar afligidos, siempre sospechosos, al margen de lo que el destino, la suerte, o la muerte puta quisiera.


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